LA RESPONSABILIDAD SE INCULCA DURANTE LA INFANCIA

09.07.2019

Lavar los platos, barrer, poner la mesa... Son tareas comunes en todos los hogares que son necesarias para la convivencia. Y esa idea de hacer algo obligatorio aunque nos cueste, es algo que vamos comprendiendo a medida que crecemos, aunque sea mucho antes cuando empieza a ser importante para nosotros.


Los padres y madres saben que, en muchos casos, tratar de involucrar a nuestros hijos en el calendario de tareas domésticas suele ser complicado. Lo que quizás no saben es el impacto que pueden tener en su etapa adulta.


Y es que hay dos cosas que las personas necesitan para ser felices: amor y ética en el trabajo. Y esa ética del trabajo no empieza en la oficina, ni siquiera en el colegio, sino con las tareas de casa y desde la más tierna infancia.


Al involucrar a los niños en las tareas, los padres les enseñan a sus hijos un sentido de responsabilidad, competencia, autosuficiencia y autoestima que permanece con ellos a lo largo de sus vidas. Al parecer, los niños que hacen tareas en casa se acostumbran a que hay trabajos que es necesario hacer, aunque no sean agradables, y que la responsabilidad de hacerlos a veces será suya. Es decir, otorgarles tareas domésticas les ayuda a asumir responsabilidades. Además, los menores adquieren una visión más compleja de la vida y comprenden que el trabajo es parte de ella y que esta no solo trata sobre mí y lo que necesito en cada momento.


Lo que está claro es que, si los padres comienzan a hacer que los niños tomen un papel activo en el hogar desde pequeños, será más fácil involucrarlos en la adolescencia.


No obstante, la forma en que se presentan las tareas también influye en las habilidades de los niños para convertirse en adultos bien adaptados. Es decir, no es cuestión de cantidad; no debemos saturar a los niños con demasiadas tareas ni imponérselas de malas formas, sino incluirlos en el reparto de forma proporcional a su edad y autonomía. Y sí, cómo les propongamos esos deberes determinará la aceptación de su cometido y su visión ante los retos.


Los niños no tienen prejuicios sobre las tareas que pueden hacer y cualquier tarea, por desagradable que sea, se les puede plantear como una acción divertida y compartida.


Adjudicar tareas domésticas a los niños puede ayudarles a convertirse en adultos exitosos capaces de lidiar con problemas de forma más eficiente.


Anima a empezar con cometidos relacionados con el propio niño, como recoger los juguetes o poner la ropa en la cesta de lavar. El orden es la base para un buen aprendizaje porque estructura el espacio y la concentración.


Los pequeños entienden que forman parte de una colectividad y que la responsabilidad es compartida, cada uno según sus posibilidades. A partir de estas tareas se inculca el valor de la solidaridad, generosidad y respeto hacia los miembros de la familia, que luego pueden generalizar a otros colectivos.

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