EL ENTUSIASMO FAVORECE EL APRENDIZAJE

07.03.2019

La ciencia asegura que el cerebro está íntimamente ligado al sentimiento y que los estados emocionales positivos favorecen su desarrollo. Por eso, es fundamental que los niños mantengan la ilusión por aprender desde que empieza el curso hasta que termine, porque ese entusiasmo les ayudará a superarlo.


Salvo raras excepciones, los niños comienzan el año escolar encantados: la emoción de reencontrarse con sus amigos, la satisfacción de pasar a un nivel superior, la curiosidad por descubrir los libros nuevos... Son alicientes que contribuyen a que las primeras semanas escolares transcurran como la seda. Lo malo es que este espíritu positivo no se mantiene siempre tan en alza. A medida que pasa el tiempo y las materias van siendo cada vez más complicadas, los ejercicios más difíciles y los deberes más abundantes, ese entusiasmo va desapareciendo y en algunos casos termina siendo sustituido por la desilusión, el aburrimiento, la apatía... ¡Hay que actuar!


Debemos intentar evitar por todos los medios que los estudiantes lleguen a esta situación de desidia. Primero, para que no lo pasen tan mal (cuanto más desanimados estén, más cuesta arriba se les hará el curso) y segundo, porque numerosas investigaciones médico-científicas aseguran que el entusiasmo es un estimulante para el cerebro, que regenera las neuronas y facilita las sinapsis entre ellas, favoreciendo los procesos de aprendizaje.


Todos tenemos un potencial mucho mayor de lo que nos imaginamos, pero debemos contar con una motivación que nos empuje a actuar con entusiasmo, porque sólo si estamos entusiasmados podemos alcanzar lo que pretendemos. Efectivamente es así y los niños que estudian sin ilusión se encuentran con un enorme impedimento para avanzar en clases. Por eso, siempre que los adultos veamos a nuestro hijo o alumno apático debemos convertirnos en su motor e impulsarle a interesarse por lo que tiene que aprender. ¿Cómo? Transmitiéndole ilusión, contagiándole nuestras ganas de descubrir algo nuevo cada día y explicándole que lo que tiene que estudiar en realidad no es tan aburrido como a él le parece y seguro que consta de apartados, aunque sean mínimos, que merece la pena escudriñar.


BUENOS APRENDICES

Para despertar el interés de los niños por saber y lograr que se entusiasmen con lo que están aprendiendo debemos seguir las siguientes pautas:

  • incitarles a debatir sobre los temas que tienen que estudiar, pero también por los que les inquietan o atraen fuera del ámbito académico.

  • Dejarles participar y colaborar en su formación activamente.

  • Darles oportunidades de desarrollar sus propios gustos y criterios, así como su imaginación.

  • Enseñarles técnicas de relajación para que no se angustien al comprobar la extensión de los temas que tienen que estudiar ni lo complicada que puede resultar una materia.

  • Incitarles a buscar soluciones por sí mismos y a evaluarlas tranquilamente después, para que se conviertan en analistas.

¿Y qué ocurre si al comportarnos de esta forma con ellos, se equivocan? No pasa nada.

Darles un margen de tiempo para que reflexionen y permitirles que metan la pata varias veces, hasta hasta dar con el resultado correcto, son otras de las condiciones básicas que deben reunir los "buenos aprendices", pues estas experiencias son, precisamente, las que les llevan a entusiasmarse con lo que tienen delante.


DESCUBRIR IN SITU

Para mantener el interés de los niños por saber, tanto los padres como los profesores debemos acompañar nuestras explicaciones teóricas con vivencias prácticas; es decir, llevarles a exposiciones, bibliotecas, teatros, museos de diferentes tipos (arte, ciencia, natural que se pone delante de los libros radica en explicarle que su meta no es convertirse en el número uno de la clase, sino en ir superándose a sí mismo poco a poco. Debe ir construyéndose como persona, al ritmo que sus posibilidades le permitan, ni más ni menos. Y en este proceso no caben las comparaciones ni los castigos. Las comparaciones, porque sólo conllevan situaciones negativas: rivalidad, enemistades, complejos... Y los castigos, porque enseñan a los niños que el entusiasmo debe proceder de un factor externo (conseguir el premio y huir del castigo) y esto no es verdad. El entusiasmo debe nacer del interior de cada uno. Para el estudiante no hay peor castigo que ver que no progresa y con eso ya tiene bastante. Por el contrario, comprobar que sabe resolver por sí mismo las dificultades que se va encontrando en su camino es el mejor aliciente para que continúe manteniéndose ilusionado y con un buen nivel de autoestima. Y para que finalice el curso con las mismas ganas de saber y el mismo entusiasmo con que lo ha empezado.


ERRORES QUE LES QUITAN LAS GANAS

Psicólogo, pedagogos y profesores están de acuerdo en que para evitar que los niños pierdan el interés por saber y descubrir, jamás debemos...

  • Agobiarles exigiéndoles que saquen unas notas excelentes a lo largo de todo el curso. Al actuar así con ellos, el estudio les generará mucha angustia y si alguna vez bajan en sus resultados académicos o en el peor de los casos, suspenden, su autoestima se resentirá enormemente.

  • Ignorarles o cambiar de tema cuando nos preguntan sobre algo que no sabemos explicarles. Actuar así es un modo de transmitirles que no merece la pena investigar. Resulta más pedagógico ser sinceros, decirles que no sabemos la respuesta y animarles a buscarla juntos.

  • Mostrarles siempre la solución correcta. darles todo hecho sin ofrecerles la oportunidad de buscarla por sí mismos. Así se acostumbran a no esforzarse, a que pensemos y actuemos por ellos, y no les dejamos cultivar la confianza en sí mismos, una condición básica para poder sacar adelante los estudios y para que no se conviertan en adultos inseguros.

El humor, !Qué buen compañero de clase!

Para hacer las clases más amenas y evitar que los alumnos se dispersen es muy recomendable salpicar las explicaciones con ciertas dosis de humor. Las risas y sonrisas (que no tienen nada que ver con el desorden ni con las faltas de respeto hacia el docente o los compañeros) crean un ambiente de trabajo más distendido, relajan y logran que los alumnos establezcan relaciones más sanas entre ellos, tengan un mayor acercamiento al profesor y muestren una mejor predisposición para aprender lo que él les enseña.

Por si esto fuera poco, investigadores de la Universidad de Murcia aseguran que el buen humor potencia la imaginación en la resolución de problemas, desarrolla la memoria y favorece los procesos cognitivos. Y todo ello, lógicamente, hace que los alumnos asistan al centro escolar más motivados y con más alegría. ¡Se acabaron las caras serias en clase.

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